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lunes, 15 de octubre de 2012

Psicologo en Santander: Azucena Aja.

Las 5 cosas de las que nos arrepentimos antes de morir.

La mayor parte de las personas nos arrepentimos de algo. Nos arrepentimos con frecuencia, pero seguimos adelante sin darle demasiada importancia a lo que vamos dejando atrás. Apenas reparamos en ello porque pensamos que ya lo haremos más adelante, o que tampoco es tan importante, que tendremos tiempo en otro momento, etc. En muchas ocasiones el momento no llega y el tiempo pasa tan deprisa que ¡de repente son años!
Las 5 cosas de las que nos arrepentimos antes de morir.

Hace algún tiempo en una entrevista realizada después de haber pasado una grave enfermedad,  le preguntaron al director de cine cubano Tomás Gutiérrez Alea si se arrepentía de algo en su vida, su respuesta fue “Por supuesto, el arrepentimiento es una fuente de dolor, pero no de un dolor insuperable. No quiere decir que me justifique: me arrepiento; sin embargo, no dejo de tener en cuenta que eso lo hizo otra persona que fui yo en aquel momento. Sólo en la medida en que te duelen esas cosas, eres capaz de no repetirlas. Cuando has hecho algo de lo que te arrepientes es porque hiciste lo más fácil, no lo mejor.”
Lo cierto es que la mayor parte de las personas nos arrepentimos de algo. En general las personas se arrepienten en el día a día, pero siguen adelante sin darle demasiada importancia a lo que van dejando atrás. Apenas reparan en ello porque piensan que ya lo harán más adelante, o que tampoco es tan importante, que tendrán tiempo en otro momento, etc. En muchas ocasiones el momento no llega y el tiempo pasa tan deprisa que ¡de repente son años! Entonces ya eres mayor y estás postrado en la cama o quizá te han diagnosticado una grave enfermedad y el tiempo se ha limitado. Es cuando miras atrás y te acuerdas de lo que no hiciste y tanto te hubiera gustado. Esto es lo que ha recogido la enfermera Bonnie Ware, que trabaja  con enfermos en situación terminal, en un libro que ha llamado “Los cinco arrepentimientos de los moribundos”. Bonnie ha trabajado durante años en una Unidad de cuidados paliativos y ha podido escuchar de primera mano los pesares de los moribundos.
¿Qué cosas hubieran querido hacer quiénes ya se encontraban en el lecho de muerte?
El principal arrepentimiento de mucha gente es “ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera”. Nos pasamos la vida intentando agradar a los demás o cumplir las expectativas que otros tienen para nosotros y en el camino vamos dejando aparcadas las propias porque sentimos miedo de no conseguirlo o porque no estamos dispuestos a escuchar determinadas cosas. A veces simplemente es que nos da pereza o nos supone demasiado esfuerzo tener que ponernos manos a la obra sin que nadie nos pueda asegurar los resultados. Algunos de las personas que acuden a mi consulta me cuentan que desde siempre han tenido la necesidad de pintar o cualquier otra expresión artística, pero terminaron haciendo arquitectura porque era el sueño de su padre o porque en casa les dijeron que estaban locos y que eso no servía para ganarse la vida. Lo curioso es que alguna de estas personas tienen cuarenta y tres o cincuenta años y tampoco en este momento dan el paso hacia lo que quieren, “porque ya es demasiado tarde” o” porque quizá mis padres tenían razón”, o “porque realmente no soy lo suficientemente bueno para dedicarme a eso”. Aún podrían hacerlo pero no será hasta el lecho de muerte que encuentren las verdaderas fuerzas para intentarlo y entonces lamentablemente será demasiado tarde.
Otro arrepentimiento  es 'ojalá no hubiera trabajado tanto', porque eso, los había hecho perder el equilibrio y como resultado habían perdido muchas cosas en su vida". En la vida profesional invertimos la mayor parte de nuestro capital, esto es, nuestro tiempo. El único capital verdaderamente importante con el que contamos en nuestro paso por la vida. Lo invertimos en horas y horas de reuniones, en largos horarios de trabajo o en seguir preparando cosas cuando llegamos a casa para el día siguiente. Inevitablemente me viene a la cabeza los comentarios que algunas personas podrían hacerme ante esta cuestión, ¡Ya! Dirán “¿Y cómo hacemos para pagar la hipoteca o los gastos de la casa? ¿Cómo hacer si los niños necesitan libros nuevos para ir a la escuela? ¿Cómo hacer cuando no llegas a final de mes? Yo también me hago estas preguntas y no tengo una respuesta concreta, no tengo la fórmula. Soy consciente de la sociedad en la que vivimos y de la situación de muchas personas que viven en la precariedad. Sin embargo, trato de vivir en coherencia con estas palabras y por eso me dedico a lo que me gusta y le da un sentido muy importante a mi vida, esto es la ayuda y el contacto con las personas. El tiempo, mi capital, lo invierto en lo que me gusta y aunque esto supongo trabajar es un tiempo con sentido. Esta sólo es “mi fórmula” cada persona tendrá que encontrar la suya porque lo cierto es que si al final de la vida muchas personas se arrepienten de todo lo que dedicaron al trabajo es que quizá eso no de el resultado tan beneficioso que desde algunos sectores nos hacen creer.
Otro arrepentimiento común entre los moribundos era que hubieran deseado tener el coraje de expresar sus sentimientos. No sólo los positivos, sino también los negativos. Cuantas traiciones nos hacemos a nosotros mismos por no expresar lo que sentimos ante una determinada situación. Por no molestar nos callamos y por vergüenza nos contenemos demasiadas veces de decir “te quiero” con las personas más queridas.
Algunas personas decían arrepentirse de no haber vuelto a tener contacto con viejos amigos. Mucha gente decía que le hubiera gustado volver a ver a alguien para recordar momentos de su vida, pero no habían hecho el esfuerzo de encontrarlo.  Las relaciones de amistad requieren de tiempo y atención, es que en la cotidianidad no tenemos porque vamos con el piloto automático o porque siempre lo posponemos para un momento mejor. No hace falta esperar al final, la verdad es que en algunas ocasiones puedes darte cuenta escuchando a las personas que sí cultivan sus relaciones del tesoro que tienen en sus vidas. Sin embargo, no se trata únicamente de tener muchas personas alrededor o la agenda repleta de contactos, sino de verdaderos vínculos establecidos sobre la base del tiempo y haber pasado buenos y malos momentos en común.
Por último también era frecuente que estas personas dijeran que les hubiera gustado haber sido más felices. Y en este punto vuelvo a utilizar la sabiduría de Gutiérrez Alea adquirida después de haber visto muy cerca su propia muerte y que cada uno saque sus propias conclusiones respecto a la felicidad: “… El sentido de la vida es vivirla, sencillamente, y esto no es una conclusión porque es la ambigüedad misma, es no encontrar nada más allá del hecho de estar vivo…” “… Lo que uno ve claro cuando se enfrenta al final de la vida es la propia vida de uno, pero desde una perspectiva nueva. Empiezas a reparar en lo maravillosa que debía ser, y que es, en muchos aspectos, y lo frustrante que es no haberla vivido plenamente. Porque se pierde tanto en pequeñeces, en agresiones estúpidas, en todas esas cosas que nos lastiman inútilmente… La vida podría ser más hermosa, más plena, si se la llenara de esas maravillas que tiene como el afecto…” “… Uno tiene recursos, no sólo para evadirse, sino también para no dejarse aplastar por las circunstancias. Ahora tengo eso muy claro. Tengo que tomar las cosas como son; la realidad está llena de contradicciones, de momentos difíciles, pero frente a cualquier situación hay dos opciones básicas: darle un giro positivo o negativo… Hay que pensar que siempre existe una posibilidad de algo mejor, porque en definitiva la vida debe continuar.”
Quizá no tengamos que esperar a ver nuestra propia muerte muy cerca, quizá no haya que llegar a una situación terminal para darnos cuenta de lo importante y empezar a caminar pasito a paso en lo que nos importa.
Azucena Aja Mazawww.azucenaaja.es
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