Las 5 cosas de las que nos arrepentimos antes de morir.
La
mayor parte de las personas nos arrepentimos de algo. Nos arrepentimos
con frecuencia, pero seguimos adelante sin darle demasiada importancia a
lo que vamos dejando atrás. Apenas reparamos en ello porque pensamos
que ya lo haremos más adelante, o que tampoco es tan importante, que
tendremos tiempo en otro momento, etc. En muchas ocasiones el momento no
llega y el tiempo pasa tan deprisa que ¡de repente son años!
Hace
algún tiempo en una entrevista realizada después de haber pasado una
grave enfermedad, le preguntaron al director de cine cubano Tomás
Gutiérrez Alea si se arrepentía de algo en su vida, su respuesta fue “Por
supuesto, el arrepentimiento es una fuente de dolor, pero no de un
dolor insuperable. No quiere decir que me justifique: me arrepiento; sin
embargo, no dejo de tener en cuenta que eso lo hizo otra persona que
fui yo en aquel momento. Sólo en la medida en que te duelen esas cosas,
eres capaz de no repetirlas. Cuando has hecho algo de lo que te
arrepientes es porque hiciste lo más fácil, no lo mejor.”
Lo
cierto es que la mayor parte de las personas nos arrepentimos de algo.
En general las personas se arrepienten en el día a día, pero siguen
adelante sin darle demasiada importancia a lo que van dejando atrás.
Apenas reparan en ello porque piensan que ya lo harán más adelante, o
que tampoco es tan importante, que tendrán tiempo en otro momento, etc.
En muchas ocasiones el momento no llega y el tiempo pasa tan deprisa que
¡de repente son años! Entonces ya eres mayor y estás postrado en la
cama o quizá te han diagnosticado una grave enfermedad y el tiempo se ha
limitado. Es cuando miras atrás y te acuerdas de lo que no hiciste y
tanto te hubiera gustado. Esto es lo que ha recogido la enfermera Bonnie
Ware, que trabaja con enfermos en situación terminal, en un libro que
ha llamado
“Los cinco arrepentimientos de los moribundos”.
Bonnie ha trabajado durante años en una Unidad de cuidados paliativos y
ha podido escuchar de primera mano los pesares de los moribundos.
¿Qué cosas hubieran querido hacer quiénes ya se encontraban en el lecho de muerte?
El
principal arrepentimiento de mucha gente es “ojalá hubiera tenido el
coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros
esperaban que hiciera”. Nos pasamos la vida intentando agradar a
los demás o cumplir las expectativas que otros tienen para nosotros y
en el camino vamos dejando aparcadas las propias porque sentimos miedo
de no conseguirlo o porque no estamos dispuestos a escuchar determinadas
cosas. A veces simplemente es que nos da pereza o nos supone demasiado
esfuerzo tener que ponernos manos a la obra sin que nadie nos pueda
asegurar los resultados. Algunos de las personas que acuden a mi
consulta me cuentan que desde siempre han tenido la necesidad de pintar o
cualquier otra expresión artística, pero terminaron haciendo
arquitectura porque era el sueño de su padre o porque en casa les
dijeron que estaban locos y que eso no servía para ganarse la vida. Lo
curioso es que alguna de estas personas tienen cuarenta y tres o
cincuenta años y tampoco en este momento dan el paso hacia lo que
quieren, “porque ya es demasiado tarde” o” porque quizá mis padres
tenían razón”, o “porque realmente no soy lo suficientemente bueno para
dedicarme a eso”. Aún podrían hacerlo pero no será hasta el lecho de
muerte que encuentren las verdaderas fuerzas para intentarlo y entonces
lamentablemente será demasiado tarde.
Otro arrepentimiento
es 'ojalá no hubiera trabajado tanto', porque eso, los había hecho
perder el equilibrio y como resultado habían perdido muchas cosas en su
vida". En la vida profesional invertimos la mayor parte de
nuestro capital, esto es, nuestro tiempo. El único capital
verdaderamente importante con el que contamos en nuestro paso por la
vida. Lo invertimos en horas y horas de reuniones, en largos horarios de
trabajo o en seguir preparando cosas cuando llegamos a casa para el día
siguiente. Inevitablemente me viene a la cabeza los comentarios que
algunas personas podrían hacerme ante esta cuestión, ¡Ya! Dirán “¿Y cómo
hacemos para pagar la hipoteca o los gastos de la casa? ¿Cómo hacer si
los niños necesitan libros nuevos para ir a la escuela? ¿Cómo hacer
cuando no llegas a final de mes? Yo también me hago estas preguntas y no
tengo una respuesta concreta, no tengo la fórmula. Soy consciente de la
sociedad en la que vivimos y de la situación de muchas personas que
viven en la precariedad. Sin embargo, trato de vivir en coherencia con
estas palabras y por eso me dedico a lo que me gusta y le da un sentido
muy importante a mi vida, esto es la ayuda y el contacto con las
personas. El tiempo, mi capital, lo invierto en lo que me gusta y aunque
esto supongo trabajar es un tiempo con sentido. Esta sólo es “mi
fórmula” cada persona tendrá que encontrar la suya porque lo cierto es
que si al final de la vida muchas personas se arrepienten de todo lo que
dedicaron al trabajo es que quizá eso no de el resultado tan
beneficioso que desde algunos sectores nos hacen creer.
Otro
arrepentimiento común entre los moribundos era que hubieran deseado
tener el coraje de expresar sus sentimientos. No sólo los positivos,
sino también los negativos. Cuantas traiciones nos hacemos a
nosotros mismos por no expresar lo que sentimos ante una determinada
situación. Por no molestar nos callamos y por vergüenza nos contenemos
demasiadas veces de decir “te quiero” con las personas más queridas.
Algunas personas decían arrepentirse de no haber vuelto a tener contacto con viejos amigos.
Mucha
gente decía que le hubiera gustado volver a ver a alguien para recordar
momentos de su vida, pero no habían hecho el esfuerzo de encontrarlo.
Las relaciones de amistad requieren de tiempo y atención, es que en la
cotidianidad no tenemos porque vamos con el piloto automático o porque
siempre lo posponemos para un momento mejor. No hace falta esperar al
final, la verdad es que en algunas ocasiones puedes darte cuenta
escuchando a las personas que sí cultivan sus relaciones del tesoro que
tienen en sus vidas. Sin embargo, no se trata únicamente de tener muchas
personas alrededor o la agenda repleta de contactos, sino de verdaderos
vínculos establecidos sobre la base del tiempo y haber pasado buenos y
malos momentos en común.
Por último también era frecuente que estas personas dijeran que
les hubiera gustado haber sido más felices.
Y en este punto vuelvo a utilizar la sabiduría de Gutiérrez Alea
adquirida después de haber visto muy cerca su propia muerte y que cada
uno saque sus propias conclusiones respecto a la felicidad:
“… El
sentido de la vida es vivirla, sencillamente, y esto no es una
conclusión porque es la ambigüedad misma, es no encontrar nada más allá
del hecho de estar vivo…” “… Lo que uno ve claro cuando se
enfrenta al final de la vida es la propia vida de uno, pero desde una
perspectiva nueva. Empiezas a reparar en lo maravillosa que debía ser, y
que es, en muchos aspectos, y lo frustrante que es no haberla vivido
plenamente. Porque se pierde tanto en pequeñeces, en agresiones
estúpidas, en todas esas cosas que nos lastiman inútilmente… La vida
podría ser más hermosa, más plena, si se la llenara de esas maravillas
que tiene como el afecto…” “… Uno tiene recursos, no sólo para
evadirse, sino también para no dejarse aplastar por las circunstancias.
Ahora tengo eso muy claro. Tengo que tomar las cosas como son; la
realidad está llena de contradicciones, de momentos difíciles, pero
frente a cualquier situación hay dos opciones básicas: darle un giro
positivo o negativo… Hay que pensar que siempre existe una posibilidad
de algo mejor, porque en definitiva la vida debe continuar.”
Quizá
no tengamos que esperar a ver nuestra propia muerte muy cerca, quizá no
haya que llegar a una situación terminal para darnos cuenta de lo
importante y empezar a caminar pasito a paso en lo que nos importa.
Azucena Aja Mazawww.azucenaaja.es
Centro Amaltea
C/ Lealtad, 14 - Entlo. 2-A
39010 Santander
Teléf.: 942 037 177